Como ocurre con todas las noticias, el escándalo de
las celebridades expuestas en Internet parece, una semana después, una
reliquia antediluviana. Es así como el asunto se traspapela, la vida
sigue y los que en verdad estamos desamparados -es decir, el resto de
nosotros- volvemos a postergar la construcción de una política de datos
personales robusta y consistente. Es por eso que, en mi última columna,
me comprometí a hacer un compendio de lo que debemos hacer para
recuperar el control y la confianza sobre nuestros datos. Aquí va.
1. Cambiar la cabeza
El
primer paso, como adelanté, es un cambio de actitud. Las fotos, textos,
videos, registros financieros, contactos, links, planos, diseños 3D,
partituras, música, películas y todo lo que hoy constituye lo que
llamamos información está constituida por números.
Esos números
existen, mayormente, como estados magnéticos en la superficie de los
platos de uno o más discos rígidos. En el nivel doméstico, los discos
duros siguen siendo la forma más común de almacenamiento de largo plazo.
Los DVD no tienen suficiente capacidad; los pendrive son demasiado
frágiles; las cintas de backup requieren otra escala para ser
competitivas.
Así que no tenemos papel ni acetato. Tenemos datos
digitales (esto es, dígitos, números) grabados como estados magnéticos
en discos rígidos.
El primer paso es aceptar la nueva realidad. Si
el disco falla, nos va a costar mucho dinero recuperar esa información,
si acaso es posible. El backup, por lo tanto, no es un opcional. Es la
única forma de garantizarles cierto grado de durabilidad a nuestros
datos digitales.
¿Por qué cambiar la cabeza? Porque antes nadie
hacía varias copias de sus documentos. No guardabas varias veces la
misma foto. Ni comprabas tres o cuatro veces el mismo libro por si
acaso. Excepto para la inefable burocracia, el duplicado era
innecesario. El papel, el acetato y el vinilo no se evaporaban.
Bueno, ahora los datos se pueden evaporar.
2. Público y privado
Nuestra
información se puede clasificar en dos grandes grupos. Lo que no
tenemos problema en que todo el mundo vea y lo que consideramos privado.
Ésta es una decisión bastante personal (que, dicho sea de paso, la
filtración de las famosas simplifica; no toda la información privada es
tan burdamente privada). Para algunos, subir las fotos de su último
cumpleaños está OK. Para otros, no. Que todo el mundo conozca los
contactos que tenemos en línea puede estar bien para ciertas personas y
mal para otras. Lo mismo con los tweets. Los libros que leés. Tu
ubicación a cada momento. Y sigue la lista.
Pero es una decisión
que debemos tomar. Excepto que, dichosa e irresponsablemente,
determinemos que toda nuestra información es pública. O que, aislados
del ágora global, cerremos todo a cal y canto. Fuera de estos extremos,
tenemos que guardar la información pública (potencialmente pública) y la
privada en carpetas bien separadas.
3. ¿Nube o no?
Los
documentos que no consideramos sensibles pueden almacenarse en la Nube.
Es cómodo, transparente, sencillo y, salvo que tengas grandes masas de
bytes, gratis. DropBox, Google Drive, One Drive y otros pueden resolver
la pesadilla del backup. Si necesitás más espacio, los planes de 1
terabyte están en los 10 dólares por mes. Parece mucho, en comparación
con el precio de un terabyte en discos externos (1100 pesos en la
Argentina hoy). Pero en realidad el asunto es más complicado.
Para
evaluar correctamente el precio de la Nube hay que hacer una balance
entre costo, velocidad para subir y bajar los datos a Internet y
ubicuidad. Si necesitás acceder a tus datos desde muchos lugares y
dispositivos, el disco externo no te sirve. En cambio, si querés hacer
un backup de los 700 GB de tu discoteca, el disco externo va a ser mucho
más práctico, por la velocidad de transferencia. La nube es mucho más
confortable. El disco externo es más engorroso, pero, y a estas alturas
es más o menos evidente, la Nube puede resultar menos privada que un
disco que guardás en tu casa. Bajo llave.
4. ¿Qué hacer con los datos sensibles?
Cualquiera
que sea tu definición al respecto, hay que trazar una línea aquí y
separar los datos sensibles de los demás desde el principio. Lo que esté
en la carpeta de datos privados no debe ir a la Nube, punto. Sé,
conozco, he oído y me han dicho todos los argumentos que usan las
compañías para defender la seguridad de la Nube. Todo muy lindo,
tranquilos, les tengo fe. Pero no voy a apostar mis datos privados a un
error de configuración o una vulnerabilidad de software. Te sugiero la
misma estrategia.
Y no, no se trata sólo de celebridades
acaloradas. Los datos sensibles pueden ser mucho más críticos que el
mostrar un área epidérmica más extensa de lo habitual. ¿Te suena robo de
identidad? Hablo de eso y otras lindezas modernas.
Los datos privados deben quedar en discos locales, intramuros, en tu casa.
Por
supuesto, no hay ninguna razón para que tu computadora sea más segura
que la Nube (¡ouch!). Si los cimientos de la seguridad informática
fallan, no importa cuán cuidadoso seas con la carpeta Mis Documentos, la
nube y los discos externos. Un equipo comprometido es, en rigor, peor
que la Nube para los datos sensibles. Lo que me lleva al siguiente
punto.
5. Software original
Por lo tanto, hay que
asegurarse de que el equipo de escritorio o la portátil estén libres de
malware. Y eso empieza usando software lo más libre de fallas de
seguridad que se pueda. El primer paso es usar software original.
No
necesariamente comercial. Original. El software libre también es
original, en el sentido que le doy aquí al término. Es decir, sale con
la menor cantidad de errores posible y se actualiza fácilmente. Y es
gratis, salvo casos excepcionales.
Las notebooks vienen siempre
con un sistema operativo original. Si lo mantenés actualizado y respetás
las normas de seguridad básicas (más sobre esto en el siguiente
apartado), es poco probable que quede comprometido. En particular, si
tenés tu propio Wi-Fi con una contraseña robusta y evitás los hotspots
públicos abiertos. Las PC de marca son equivalentes a las notebooks, en
este aspecto.
Ahora, los clones vienen a veces con un Windows que
nadie sabe de dónde salió, que nadie paga, que viene con la máquina. Si
no lo pagaste, entonces ese Windows es pirateado. Lo que significa,
entre otras cosas, que se trata de una versión preliminar llena de
vulnerabilidades críticas. La versión final ya sale con errores, así que
imaginate una beta.
A las versiones pirateadas, además, es mucho
más complicado instalarles las actualizaciones de seguridad, lo que hará
que el equipo esté cada mes más expuesto.
Por si no quedó claro,
un Windows pirateado es muy mala idea para tu seguridad informática. Si
no te alcanza el presupuesto, cambialo por un Ubuntu y listo. Para la
mayoría de las tareas, Linux es tan simple como Windows y en algunos
casos, más. Si no tenés opción y necesitás un Windows para trabajar, mi
mejor consejo es que inviertas en el software, sin importar lo que te
diga el vendedor del clon.
Otra cosa más: si un técnico te ofrece
reinstalar el sistema operativo en tu notebook o PC de marca, decile que
no y llevá al equipo al service oficial. He visto docenas de
computadoras de marca a las que un técnico le instaló un Windows
pirateado, lo que es patético, no sólo porque vos pagaste por ese
software, sino porque, de hecho, el instalador del sistema operativo
está en una partición de rescate o en un DVD.
6. Las 4 líneas de defensa
Un
equipo no se mantiene libre de malware apretando un botón o instalando
un antivirus. Es un proceso dinámico (las amenazas van evolucionando)
que requiere disciplina y constancia. En pocas palabras -el tema da para
un libro así de grueso-, hay cuatro líneas de defensa.
Prudencia.
Pensar dos veces antes de entrar en un sitio sospechoso, antes de darle
clic a un link que supuestamente llega de tu banco o la tarjeta de
crédito, antes de hacer doble clic sobre un adjunto en un mail. Ni el
antivirus ni el firewall pueden reemplazar a tu cerebro para evitar los
trucos de la ingeniería social.
Actualizaciones. Usar sólo software original (¿ya lo dije?) y mantenerlo actualizado.
Firewall. En el caso de Windows, activarlo (Panel de control> Firewall).
Antivirus. En el caso de Windows y de los Linux que accedan a particiones de Windows, tener un antivirus al día.
Como
ves, el antivirus es la última línea de defensa. Antes de que entre en
acción, tiene que haberse dado esta secuencia: hiciste clic en un link
sospechoso que te llevó a un sitio infectado. El sitio aprovechó una
vulnerabilidad no corregida en tu navegador. Y el firewall, por algún
motivo, no detectó el ataque. Sólo entonces el antivirus podría
ayudarte, y no siempre lo hará. Sería preferible, pues, no llegar a esas
instancias.
Una cosa más: los pendrives son los nuevos diskettes.
Así que hay que tener cuidado con los que puedan venir infectados. Una
forma de deshabilitar la ejecución automática es presionar Mayúsculas al
insertar el pendrive, pero esto no protege todos los frentes. En
principio, con tener algo de precaución con los pendrives es suficiente.
7. Virtualmente ordenado
Hay
varias formas de mantener suficientes copias de nuestros datos para
asegurarnos de que si una unidad de disco falla, habrá un respaldo. Pero
el primer paso es siempre ser ordenados con la información digital.
Debemos
saber dónde están y cuántas copias hay. Repito: dónde y cuántas. Si
ignorás alguna de estas dos coordenadas, entonces es muy probable que a)
pierdas datos o b) se te filtren cosas que querés mantener privadas. O
a) y b) a la vez.
Si vas a usar la Nube, con una copia alcanza. La
empresa que te vende el servicio se ocupará de que siempre siga ahí
(salvo error u omisión). Siempre es, desde luego, un término bastante
relativo en tecnología. Los que usábamos Ubuntu One lo sabemos. Hay que
estar atentos a los avisos de cese de servicio.
Si vas a usar
discos externos, las buenas prácticas ordenan tener backup doble de
todo. Doble significa en dos discos externos diferentes en dos
ubicaciones diferentes. El problema es que nunca hay tiempo para tanto
y, llegado el caso, supone un gasto de dinero excesivo. Por lo menos,
entonces, hay que mantener una copia en la computadora y otra en un
disco externo. Pero podríamos hilar todavía más fino, y esto, de nuevo,
tiene que ver con el orden.
Mi mejor consejo es hacer doble backup
en dos discos externos de aquel material que sea de verdad
irreemplazable. Fotos de viajes, mail personales, videos familiares,
ésos son los archivos que debemos preservar con mayor celo, porque si se
pierden, no habrá forma de recuperarlos. No se pueden comprar ni volver
a descargar.
Si, como es mi caso, tenés una vasta biblioteca de
programas gratis, no inviertas tiempo y dinero en hacer doble backup;
todo eso, salvo algunas joyitas, se puede volver a bajar de Internet.
Respaldá sólo las joyitas.
Es fundamental diferenciar entre los
datos que, de perderse, podrían ser causal de divorcio y todos los
demás. No es raro, dicho sea de paso, que, en general, el grupo los
datos privados y los que requieren doble backup coincidan.
8. Métodos
La
mayoría de las personas usa una sola computadora; en general, una
notebook. No se puede esperar razonablemente que todos tengan en su casa
un servidor de archivos. O dos.
En el mundo real tenemos
notebooks que van y vienen, que pueden fallar, cuyos discos están
expuestos a golpes y vibraciones. Sería ideal que hicieran backup de
forma autónoma.
Pues bien, eso puede hacerse con la Nube. La
carpeta de datos no sensibles, datos que pueden volverse públicos sin
problema, deberían sincronizarse con la nube todo el tiempo. Eso puede
salvarte de más de un inconveniente. Por ejemplo, que al disco de la
computadora se le ocurre fallar el día anterior a entregar el balance.
La
otra carpeta, la de tus fotos, videos, mails personales y demás,
requiere, como dije, constancia y disciplina. Hay que buscar el disco
externo, enchufarlo y ejecutar el programa de backup. El software de
backup puede, desde luego, automatizarse, pero no servirá si la notebook
está apagada. Por cierto, también se los puede programar para que se
ejecuten en cuanto el equipo se encienda, pero en ese caso tiene que
estar el disco externo conectado; si para entonces ya estás en el auto,
mirando un Excel en el semáforo, no servirá.
La buena noticia en
este punto es que creamos muchos menos datos privados que públicos.
Creamos documentos de trabajo todos los días, y -salvo los secretos
industriales- podemos sincronizarlos con la Nube. En cambio, las fotos
de cumpleaños, viajes y demás, surgen de ocasiones especiales. En otras
palabras, sólo es cuestión de no olvidar el backup dentro de un plazo
razonable (es decir, cuanto antes). Un recordatorio semanal de Outlook o
Calendar que te queme la cabeza hasta que hagas la copia de respaldo es
una buena solución para esos datos que no querés que anden sueltos. Ni
querés que se pierdan..