El
revuelo que causó Uber esta semana tiene uno de sus principales ejes en
el interrogante más amargo de la modernidad: ¿cuánto tardarán en
dejarnos sin trabajo las máquinas, la inteligencia artificial, los
robots, es decir, las nuevas tecnologías?
En realidad Uber
funciona aquí como el árbol que no nos deja ver el bosque. Ajustado a
nuestra saludable tradición de seguridad social y con las garantías
adecuadas para los pasajeros, este servicio tenderá a ofrecer mayores
oportunidades de trabajo, no menos. El verdadero problema es que manejar
autos, como cientos de otros oficios, dejará de ser tarea de seres
humanos en algún momento del futuro próximo. De hecho, el mayor
obstáculo para que esto ocurra no es tecnológico, sino legal y
regulatorio. A largo plazo, ninguna ley ha logrado detener el progreso
tecnológico en ningún momento de la historia.
En
todo caso, lo de Uber es un caso testigo. Independientemente de que sea
cierto o no, la primera reacción de los taxistas fue que la app iba a
dejarlos sin trabajo. Ocurre cada vez que una tecnología irrumpe en una
industria que no ha cambiado en décadas. Y es comprensible. Por
desgracia, veremos estas irrupciones cada vez más a menudo. Hoy existen
call centers en los que te atienden programas de inteligencia
artificial, no personas. Y no hay modo de probar esto, excepto por medio
de un test de Turing.
Pero
las máquinas no pueden hacer -al menos, dentro de un marco temporal
razonable- todas las tareas. En algunas son mucho mejores que los
humanos. En otras, harían un desastre. Tener claro si los robots podrían
en el futuro ejercer nuestra profesión o la que estamos a punto de
estudiar parece ser un dato fundamental para nuestra prosperidad. No son
buenas noticias, ya lo sé. Pero todas las actividades han sido
sacudidas por el tsunami digital, y lo serán mucho más en el futuro. La
buena noticia es que los empleos más robotizables son también los
más enajenantes. Pero, a la vez, no me da la impresión de que nos
estemos preparando para una educación, una economía y un estilo de vida
en el que trabajar ya no será obligatorio. O un mundo en el que trabajar
signifique exclusivamente ejercer nuestras destrezas más profundamente humanas.
Es
cierto que la tecnología crea más puestos de trabajo que los que
destruye, pero todavía está por verse si acaso los avances cada vez más
rápidos en inteligencia artificial no van a quebrar este balance.
Algunas predicciones, como la del Foro Económico Mundial citada arriba , no auguran nada bueno, en términos de conflictividad social.
Ahora
bien, ¿se puede predecir qué empleos son más susceptibles de quedar en
manos de máquinas? Según Carl Benedict Frey y Michael Osborne, de la
Universidad de Oxford, sí, y éste es el paper de 2013 en que analizan el trabajo del futuro (en inglés). La Radio Nacional Pública de Estados Unidos creó este excelente sitio Web, basado en el estudio de Frey y Osborne ,
que permite pronosticar si nuestro empleo podría ser realizado por
computadoras en los próximos 20 años. No sorprende que los humanos que
manejan taxis tengan un 89,4% de probabilidad de ser desplazados por
robots (léase coches autónomos). En la misma categoría (Transporte), en
cambio, los controladores aéreos bajan a un escaso 11,4 por ciento; dato
interesantísimo, por cierto. Tampoco es casualidad que artistas,
actores, coreógrafos, directores de cine y de teatro, arquitectos,
abogados, asistentes sociales que se ocupan de adicciones y maestros de
escuela, entre otros, tengan muy baja probabilidad (de 0,3 a 3%) de ser
desplazados por máquinas.

La
lección parece clara: la inteligencia artificial sin una consciencia
humana no puede enfrentar los desafíos laborales que requieren
creatividad, sensibilidad y capacidad para comprender las emociones del
otro, del prójimo. Y, de momento, no podemos ni siquiera definir qué es
la consciencia, como ya escribí otras veces.
Con estos asuntos en mente, hablé hace poco más de un mes con Greg Corrado,
neurocientífico de Stanford que trabaja en proyectos de inteligencia
artificial en Google. Investiga, entre otras cosas, la forma en que las
máquinas aprenden. No la forma en que las programamos para que hagan
algo más o menos inteligente, sino la forma en que aprenden a hacer algo
sin que las programemos. Era la persona indicada para preguntarle por
el futuro del empleo, y me parece que es una buena ocasión para publicar
el diálogo que mantuvimos.
Greg Corrado, de Google. -¿Cuál dirías que es la principal diferencia entre la inteligencia humana y la inteligencia de las máquinas?
-Hay tantas diferencias que es difícil señalar una que sea central. En mi campo, el del aprendizaje automático (machine learning,
en inglés), tiendo a reflexionar mucho sobre el proceso de aprendizaje,
y ahora que tenemos computadoras que son capaces de aprender de su
experiencia, por primera vez queda claro que la forma en que las
máquinas aprenden es fundamentalmente diferente de la forma en que
aprendemos los humanos.
-¿Diferente en qué sentido?
-Los
sistemas de aprendizaje automático más avanzados requieren miles de
ejemplos para adquirir nuevos conceptos. Mientras que los humanos somos
capaces de generalizar a partir de unos pocos ejemplos.
-Incluso perros y gatos pueden hacer eso, ¿no?
-Muchos
animales pueden aprender de un número reducido de experiencias, pero
los humanos parecemos particularmente buenos para generalizar a partir
de una cantidad pequeña de experiencias. Las computadoras son
enormemente ineficientes para aprender, y sólo reconocen patrones luego
de ver algo un número abrumador de veces.
-¿Abrumador como cuánto? ¿Mil millones? ¿Un billón? ¿O hablamos de miles?
-Digamos
100 o 1000, como mínimo. Pero 1 millón o 1000 millones sería lo mejor.
Números realmente grandes. Imaginate chocar contra una pared 1000
millones de veces antes de aprender a no pegarle a las paredes.
-¿Se sabe por qué los humanos tenemos esta destreza, la de aprender a partir de unos pocos ejemplos?
-Los
neurocientíficos siguen investigando los algoritmos de aprendizaje
fundamentales del cerebro, pero la respuesta breve es que no conocemos
bien el aprendizaje humano. Sabemos cómo aprenden las máquinas, lo hacen
mediante una enorme cantidad de mejoras minúsculas. Mi doctorado fue,
de hecho, en neurociencias, no en ciencias de la computación. Pero no
sabemos tanto acerca de la mente humana. En cambio, sabemos bastante
acerca de los mecanismos de aprendizaje de las máquinas; ésa es, de
hecho, la parte que diseñamos. Pero es cierto que resulta difícil, al
menos hoy, interrogar a una máquina luego de que ha aprendido algo y
entender cómo hace lo que hace.
-Hablemos de la consciencia.
Daría la impresión de que muchas cosas que tenemos planeadas para los
robots no son posibles sin una consciencia. ¿Pensás que alguna vez las
máquinas serán conscientes o podrán al menos en parte interpretar la
realidad de forma subjetiva?
-Una gran pregunta.
-Es un gran obstáculo, ¿cierto?
-La dificultad está en que ni siquiera sabemos qué es exactamente la consciencia. Científicos como Christof Koch
quieren que las neurociencias estudien directamente la consciencia.
Pero hasta que entendamos algo acerca de la naturaleza de la
consciencia, es muy difícil pronosticar si alguna vez las máquinas van a
tener algo así.
-¿Han hecho algún avance en ese sentido?
-Creo que el estado actual es meramente el de reconocer que la consciencia es un área de estudio importante.
-¿En qué son buenas las máquinas?
-La verdadera fortaleza de las máquinas es el cálculo determinístico.
-¿Dicho más claro?
-Trabajar
con números grandes sin cometer ni un sólo error. Sin embargo, sólo
recientemente hemos sido capaces de usar eso para algo en lo que los
humanos hemos sido buenos durante un largo tiempo: el reconocimiento de
patrones. Hace 7 años, más o menos, las computadoras eran pésimas
(realmente pésimas) reconociendo objetos en una foto, algo que hasta los
niños hacen sin esfuerzo. Pero ahora las máquinas han aprendido (lo han
aprendido, no es que han sido programadas) a reconocer objetos en
imágenes, entender palabras y otras tareas de esa clase.
-Cuáles
son los empleos que tienen la mayor probabilidad de ser asumidos por
los robots y la inteligencia artificial en la próxima década o algo así?
¿Hay algún rasgo que caracterice los trabajos más susceptibles de
quedar en manos de las máquinas?
-Los empleos que son
enormemente repetitivos y que no requieren ni planificación, ni
creatividad, ni perspicacia, ni calidad humana.
-Hay una proporción muy grande de empleos que son así, lamentablemente. ¿Cuál es tu trabajo en Google?
-Mi
actividad se divide entre la investigación y la ingeniería. Me siento
afortunado de estar trabajando junto a un gran grupo de investigadores e
ingenieros y de poder transformar eso en nuevos productos.
-¿Por ejemplo?
-Una
de las cosas más fascinantes para mí estos días está en el impacto que
podría tener en nuestra vida diaria el futuro de la traducción
automática.
-Interesante. Solía divertirme dándole a los programas de traducción frases que no pueden resolver. Como Light flies like an arrow.
-La
traducción por computadora está en pañales, en realidad. Pero tengo la
esperanza de que habrá mejoras sustanciales en los próximos años.
Queremos arreglar esos casos que mencionás y que hacen fallar a los
traductores automáticos. O más bien, queremos tener máquinas que
aprenden a ser realmente multilingües, para que puedan traducir con la
misma sutileza que nosotros.
-El viejo sueño de Chomsky.
-Cierto, pero muchos de nuestros viejos sueños se han vuelto realidad recientemente.