La "terapia del orden" llega ahora al universo virtual: crecen las
estrategias para mantener los dispositivos limpios y potenciar nuestra
productividad personal
Luciano Banchero
PARA LA NACION
Verónica
Singer descarta los files de la computadora con la que trabaja para
evitar la acumulación. Foto: LA NACION / Santiago Filipuzzi
Álbumes
de fotos que recopilan vidas enteras de manera voluminosa. Estantes
repletos de cassettes y DVD a la espera de una noche de películas.
Columnas de discos con surtidos de artistas absolutamente eclécticos.
Notas, ideas y contactos almacenados en cuadernos y agendas y nunca más
consultados. Objetos que, de a poco, fueron desapareciendo del paisaje
de los hogares, a la par de la digitalización progresiva de la vida.
Uno
de los grandes beneficios de su migración al espacio virtual es la
liberación de los ambientes físicos, pero la otra cara de esta
bienvenida depuración es la acumulación y el desorden que vienen como
bonus indeseados del almacenamiento casi infinito. El smartphone y
la computadora no tienen las limitaciones de una casa o un depósito:
quedarse sin lugar en los dispositivos es algo inusual, e incluso
llegado el caso es sencillo y accesible conseguir más capacidad, ya sea
en formato virtual, a través de la nube, o física, con un disco rígido
extra. Y, al menos en principio, el alboroto digital puede parecer más
fácil de encarar que el material, ya que no requiere cajas, bolsas de
consorcio ni demasiado esfuerzo físico.
Así, caemos en la vorágine: instalamos aplicaciones que tal vez nunca usemos, sacamos decenas de selfies,
grabamos videos en HD, acumulamos chats de incontables personas y
grupos y jamás borramos nada. Con el tiempo, nos damos cuenta de lo
complicado que es encontrar algo que realmente necesitamos entre la
"chatarra" virtual y que poner orden entre estas cosas que no podemos
tocar (ni ver, en muchos casos) puede ser una tarea más difícil que en
la vida real.
Marie Kondo saltó a la fama mundial por el método desarrollado en su libro La magia del orden:
allí, la autora japonesa propone tomar todos los objetos materiales de
la casa, auditarlos uno por uno y sólo conservar aquellos que "irradien
alegría". Lo demás se va. ¿Se puede aplicar este procedimiento a los
ítems digitales? La experta asegura que sí: "El principio más importante
que hay que seguir es elegir lo que querés tener, no lo que querés
tirar. Si te enfocás en los mails, archivos, programas o páginas que más
valorás, el proceso va a ser más rápido y efectivo."
La lógica
es: si no lo necesitás, ¿para qué vas a conservarlo? Pero la necesidad
personal no siempre va de la mano de la profesional. Verónica Singer es
diseñadora gráfica y todo su trabajo pasa por la computadora. "Tengo
muchos clientes y cada trabajo implica muchas etapas de ajustes, con
idas y venidas y capas superpuestas".
Para
ella, la organización digital es indispensable para su productividad:
"Si no mantuviera el orden, no encontraría nada y no sabría cuáles son
los últimos archivos con los que trabajé". Al terminar la semana, limpia
el escritorio de su computadora, descartando los files que ya no
sirven y guardando los que sí en su carpeta: materiales, referencias,
fases de corrección y artes finales. "Hay clientes que te piden
actualizaciones de cosas que terminé hace años. Por eso los proyectos
tienen que mantenerse accesibles."
Además de clasificar sus
archivos en la computadora, almacena los trabajos terminados en un disco
externo de 2 teras, del que hace copias de seguridad religiosamente.
"Nunca es suficiente back up", dice. Con sus cosas personales, en
cambio, es menos exigente y opta por subir sus videos y fotos a
plataformas en la nube, como Dropbox y Google Drive.
Verónica no
descarga música: elige escuchar a través de servicios de streaming. En
el otro extremo está Julián Di Pace Herrera, para quien el download de
temas es una forma de vida y su orden es imperativo. Julián es agente
inmobiliario, estudió producción de música electrónica y despunta el
vicio como DJ. Pese a que no es su profesión principal, invierte buena
parte de su tiempo en encontrar nuevos sonidos que lo atraigan y
adquirir tracks a través de sitios de sellos discográficos, siempre en
formatos de alta calidad que ocupan más espacio que un mp3 estándar: su
colección ya se aproxima peligrosamente al terabyte.
Rocío
Martínez Samarra tiene 64 gigas en el celular, pero asegura que tanto
espacio es 'un arma de doble filo'. Foto: Diego Spivacow / AFV A
la hora de hacer un set, tener el tema correcto al alcance es
fundamental, por lo que su método de organización se basa en un
minucioso análisis sonoro. La primera capa es el género: de una carpeta
principal de "electrónica", se desprenden otras dedicadas a ramas como
"minimal", "techno" y "house". Luego los categoriza según su intensidad:
música para el inicio, desarrollo y cierre de su acto. Por último,
ordena los temas por nota musical y velocidad. Esto le permite realizar
mezclas "matemáticamente correctas".
Con este nivel de detalle,
Julián dice que nunca padeció problemas de organización en sus
presentaciones en vivo pero que sí se encontró con un dilema muy propio
del orden digital: la repetición de copias. "A veces moviendo archivos
podés terminar con un mismo tema repetido varias veces, en un disco
externo, un pendrive, el escritorio, un CD... Para evitarlo compro
discos externos de mucha capacidad, paso todo a una carpeta y después
formateo los otros dispositivos para liberar espacio."
Para el
orden profesional, el back up permanente es una regla de oro: el
antídoto contra el miedo de perder todo. En el caso de los archivos
personales, sobre todo los que viven en el smartphone, lo más habitual
es almacenarlos en la nube, a medida que van comiendo el espacio
disponible en la memoria interna del teléfono, o recurrir a la purga:
eliminar archivos para hacerse de un puñado de megas.
Hace poco,
Rocío Martínez Samarra estaba en una charla y, para no perderse lo que
estaba diciendo el docente, quiso sacar fotos a la presentación que se
proyectaba en simultáneo. Al encontrarse con que no tenía memoria en el
teléfono, se puso a borrar fotos y aplicaciones en un estado de ansiedad
que luego percibió que no era necesario pero que no pudo impedir en el
momento.
Rocío trabaja en publicidad y la mayoría de sus tareas
pasan por el celular, con aplicaciones de edición de video que ocupan
mucho espacio. Para no tener que eliminar archivos todo el tiempo,
cambió su smartphone de 16 gigas por uno de 64. Pero ahora que no tiene
que preocuparse por la falta de espacio, empieza a alarmarse por el
exceso: "Tener más capacidad es un arma de doble filo, porque terminás
acumulando cosas."
Hay tantas maneras de ordenar el caos virtual
como personas. Para domar la abundancia de elementos digitales, Rocío
optó por organizar sus aplicaciones por género (entretenimiento, fotos,
videos, redes sociales...) y las fotografías y grabaciones en álbumes
jerarquizados cronológicamente. "Cuando me agarra el TOC del orden, va
con todo", advierte.
Para bajar el estrés
En el caos
digital, no sólo se acumulan los archivos: en última instancia, y contra
toda recomendación, podemos optar por ignorarlos, dado que no los
tenemos ante nuestra vista. Pero parte del desorden también viene de la
mano de las notificaciones que se acumulan de manera incesante: mails,
mensajes de texto, chats, noticias, ofertas... todo tipo de alertas que
compiten por nuestra atención, dentro del teléfono que revisamos
compulsivamente. La necesidad de orden deja de ser apenas algo físico y
pasa a ser mental.
El neurocientífico Fabricio Ballarini indica
que todos estos pendientes le generan al cerebro un gran consumo de
energía: "Tiene que evaluar todos estos estímulos y este control se
realiza en distintas regiones. Gastamos toda la energía disponible de
golpe y en varias áreas a la vez. Eso produce un embotellamiento y una
confusión que nos puede agarrar al terminar el día o cuando llevamos
muchas horas saltando de estímulo en estímulo", describe.
Juan
Aranovich, fundador del Club Cultural Matienzo y especialista en
organización personal, coincide con Fabricio: "El día a día está plagado
de estímulos simultáneos a través de diversos canales. Esto hace que la
mayoría de las personas se sientan en un estado de ahogo constante
mientras corren detrás de las demandas de otros sin llegar a priorizar
sus propias tareas. Así pasamos ocho horas frente a la computadora para
terminar el día dándonos cuenta de que sólo trabajamos unas dos horas de
todo ese tiempo."
La clave, según Aranovich, es organizarse:
encontrar pequeñas estructuras que se adapten a la rutina diaria y nos
permitan identificar nuestras tareas y definir las prioridades.
Julián
Di Pace Herrera, que trabaja como DJ, plantea que la organización
digital es clave para su tarea. Foto: Diego Spivacow / AFV "Sacar
de nuestro cerebro ese desorden clasificando por urgencia o grado de
importancia nos libera -amplía Ballarini-. De la misma manera que pasar a
papel o a una app la lista de tareas que tenemos en la cabeza devorando
nuestra atención."
¿Por qué el cerebro se sobrecarga de
información? El científico explica que se debe a que procesa todas las
tareas con la misma importancia, no tiene manera de filtrarlas. "Todas
son tratadas por igual. Por eso es necesario adjudicar un orden y
asignarles la prioridad correspondiente."
Aranovich propone el
método de tener pequeños "cajones digitales" donde almacenar toda
nuestra información. ¿Los más importantes? Calendario (para citas y
acciones con fecha específica), mails ordenados ("si el buzón está lleno
de cartas, las importantes van a quedar escondidas debajo de
publicidades sin sentido"), listado de tareas (en una app para agrupar
quehaceres simples y complejos) y administrador de notas (para
informaciones varias, como películas para ver, minutas de reuniones,
datos bancarios y lo que sea necesario).
"La organización no se
trata de tener un nuevo smartphone -dice Juan-. Es más bien encontrar
las herramientas que faciliten nuestro trabajo. Si intentamos clavar un
clavo con una pinza, no importa si tenemos la mejor pinza del mundo con
pantalla táctil y definición 4K: vamos a necesitar un martillo."
Así,
el primer paso es identificar cuáles son nuestras necesidades y luego
elegir el método indicado: back ups, ampliaciones de memoria, discos
externos, carpetas súper específicas, aplicaciones... En otra palabras:
tomar las riendas del caos virtual, en la forma que mejor se ajuste a
nosotros.
El siguiente es determinar cómo podemos expandir lo
aplicado a otras áreas de nuestra vida. En su libro, Marie Kondo
argumenta que limpiar es apenas una herramienta, pero no el objetivo
final. Sucede que la limpieza digital es, al igual que la material, una
expresión del estilo de vida que queremos tener una vez que logramos que
la casa digital esté en orden
Cinco apps muy útiles
Para ponerse manos a la obra a la hora de ordenar
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Dos de las mejores opciones para archivar tus fotos, videos y documentos en la nube
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